A Ronald David Scott en San Isidro todos lo conocen como Ronnie. Tiene 101 años, anda en bicicleta y voló aviones caza en la Segunda Guerra Mundial, de cuyo inicio este domingo se cumplieron 80 años. Ronnie fue uno de los 5.000 argentinos que se alistaron como voluntarios para pelear junto a los aliados. Sintió el impulso de ir cuando tenía 24 años y jugaba en la primera del Belgrano Athletic que, en uno de sus salones, homenajea a los veteranos de las dos guerras mundiales. "Creo que todos deberían haber ido a parar a Hitler. Fue un malnacido que provocó un horror", dice Scott.
Ronnie nació en Villa Devoto. Su padre era escocés y había combatido en la guerra de los Boers, en Sudáfrica. Su madre era inglesa y enfermera de profesión. Un día de marzo de 1931, cuando tenía 14 años, fue al club Hurlingham a ver un partido de polo en el que jugaba el príncipe de Gales y futuro rey de Inglaterra, Eduardo VIII. Hacía mucho calor.
"En ese partido el príncipe Eduardo se arrimó al cerco y me pidió un agua tónica. Fui a buscársela y pedí que le pusieran limón. Cuando se la di le gustó. Al día siguiente, la Embajada Británica me invitó a conocer el portaaviones Águila, que fue el primero que vino a Buenos Aires y eso me quedó grabado en la mente", relata Scott.
En mayo de 1942, Ronnie se acordó de aquel episodio cuando fue a la embajada para ofrecerse como voluntario para la guerra. Y pidió alistarse como piloto naval. Lo mandaron a hacerse exámenes físicos, que pasó sin problemas. Era un hombre fuerte que, por esos tiempos, jugaba al rugby en la primera del Belgrano Athletic.
¿Por qué un joven argentino querría ir a pelear una guerra en Europa? "Algunos me decían 'no vayas porque es una boludez', pero yo había hecho mi escuela en el Belgrano Day School y en otra donde estuve pupilo, y sentía y estaba completamente seguro de que algo tenía que hacer en contra de Hitler y compañía", dice Ronnie.
Y con respecto a esto es absolutamente enfático: "Yo considero que todos tendrían que haber ido a pararlo a Hitler -subraya-. Hitler fue un malnacido al máximo, un horror. Ha sido responsable de casi 100 millones de muertes e incluso de la de una gran cantidad de alemanes. Ha matado gente a granel".
Así fue como, en 1943, terminó navegando hacia Inglaterra. "Fuimos en un barco que salió de Buenos Aires con 400 voluntarios, 300 y algo eran argentinos y el resto eran entre uruguayos, chilenos y brasileños - recuerda-. Cuando llegamos querían meterme en el ejército inglés, pero yo quería ser piloto naval. Entonces hice mis exámenes navales y me mandaron a Canadá, donde llegué a ser nombrado piloto teniente de aviación".
En Canadá recibió la instrucción como piloto y en junio de 1944 ya estaba listo para entrar en acción. De regreso en Inglaterra, se incorporó al Escuadrón 794 y participó en misiones de reconocimiento, entrenamiento y prácticas de tiro. Piloteó aviones Tiger Moth, Blackburn Sea Skua, Miles Master y Supermarine Spitfire.
De aquellos tiempos recuerda cuando vio al primer ministroWinston Churchill dar un discurso en la Cámara de los Comunes. Y del impacto que sintió al escucharlo decir: "Pelearemos donde sea, en los potreros, en la zanja, en la calle, donde sea y nunca nos rendiremos".
Entre el 13 de junio y el fin de agosto de 1944, la Luftwaffe lanzó cerca de 9.000 bombas voladoras V1 sobre Inglaterra y Francia. Sólo 2.419 dieron en el blanco, porque las demás fueron desviadas por aviones británicos o no detonaron. Durante aquellos meses, los londinenses se acostumbraron a las sirenas que anunciaban los ataques aéreos.
"Estuve a cargo de las V1 que iban a caer sobre Londres -relata Ronnie-. Tenía que vigilar la parte sur del Río Támesis en caso de que las V1 vinieran a mi sector. Si eso sucedía, tenía que avisarles a la Policía, a los Bomberos y a los equipos de rescate. Por suerte no tuve que llamar a nadie porque los bombardeos fueron todos al norte del Támesis".
Después de increpar a un superior que maltrataba a una compañera de la Marina, Ronnie fue transferido a un aeródromo de instrucción. Hacia el final de la guerra, durante un vuelo como instructor, sufrió el momento más difícil: se le plantaron los motores y tuvo que amerizar en la costa sudoeste de Inglaterra.
El 8 de mayo de 1945, Alemania capituló y la guerra terminó. Tres años después, Ronnie regresó a la Argentina, donde se convirtió en piloto comercial de Aeroposta Argentina, predecesora de Aerolíneas. Voló hasta 1978.
Ahora Ronnie vive frente al Club Atlético San Isidro (CASI), del que es socio hace 80 años. Aunque tiene su licencia de conducir, sólo saca el auto cuando va a comer con amigos a la Iglesia Anglicana San Salvador, en el barrio de Belgrano.
Scott es uno de los pocos que conoce la existencia del Memorial Hall del club de rugby Belgrano Athletic, que está ubicado en Virrey del Pino 3456. Lo inauguraron en 1918, después de la Primera Guerra Mundial, para homenajear a los socios que fueron a luchar y murieron en combate.
El Memorial Hall original estaba en la planta baja, pero después lo mudaron al primer piso del club. Lo reconstruyeron tal cual como era antes, con sus paredes de roble y una alfombra que cubre toda la superficie; sillones marrones, amarillos y verdes; dos mesas ratonas y tres ventanas que dan hacia el parque del club, una de ellas hacia la cancha de rugby.
En el Memorial Hall hay una placa de agradecimiento al Belgrano Athletic por “la cooperación brindada en innumerables oportunidades, en las que se recaudó la suma de casi un millón de moneda nacional para la causa de las Naciones Unidas” entre 1939 y 1945.
También hay una vitrina con las fotos de los socios que fueron como voluntarios a la Segunda Guerra, algunos de los cuales no volvieron. Ronnie Scott fue uno de ellos, pero sí regresó.